Surfeando la ola de la vida: así es como el surf pasó de ser una afición a una terapia contra el dolor físico y emocional
Hace mucho que el surf se puso de moda. Ahora, ya no solo se practica por diversión, cada vez más gente lo realiza por un afán psicológico y hasta espiritual.

Al principio, era cosa de hippies. A mediados de la década de los 70 y tras la muerte del dictador, la práctica del surf se abría paso en España en distintos puntos de la Península, de norte y sur, y de manera completamente simultánea. Una portada de un álbum de los Beach Boys, un rodaje estadounidense o un pueblo cántabro en el que empezó a practicarse el surf de manera casi clandestina marcan el inicio de esta afición tan popular en nuestro país, como narran las crónicas históricas. Pero más allá de los datos o de los arquetipos que lo vieron nacer, el surf se ha convertido poco a poco en una actividad para calmar el dolor físico o emocional, cuando no para superar un momento complicado en la vida.
Los estudios avalan su eficacia. Una de las encuestas más recientes, realizada en 2024 en Reino Unido a más de mil personas de todas las edades reveló que quienes practicaban surf con frecuencia reportaban una mayor salud física y bienestar mental. También se ha demostrado servir de gran utilidad para tratar trastornos mentales como las adicciones o el estrés postraumático. De hecho, es una práctica muy recomendada para veteranos de guerra que sufren síntomas de ansiedad o depresión. En general, está comprobado que el surf fomenta la capacidad de resiliencia, la regulación de las emociones o una mayor conexión social con el entorno. Incluso, hay estudios que demuestran que aumenta la autoestima y el estado de ánimo en adultos jóvenes que han pasado por un cáncer.
Aunque la ciencia haya intentado de este modo aproximarse a los efectos físicos y psicológicos, el surf, por naturaleza, es inmune al escrutinio científico. Así lo cree M. M. Owen, un autor británico que ha escrito un texto muy inspirado y sentido publicado en la revista Aeon sobre cómo esta actividad se convirtió para él en su tabla de salvación (y nunca mejor dicho) de cara a superar su traumático divorcio. “Con el corazón roto y solo, ¿podría otra cosa haberme ayudado a reencontrarme?”, se pregunta. “Sospecho que no, al menos no de la misma manera. He llegado a creer que fue el océano lo que me ayudó”.
“La intensa concentración que requiere es tan similar a la de la meditación profunda, la oración extática, la danza ritual o cualquier otra de las llamadas experiencias espirituales”
El texto de Owen va más allá del suf como terapia física o psicológica, abarcando una dimensión espiritual. Cita a Andrew B. Newberg, un neurocientífico: “La intensa concentración que requiere es tan similar a la de la meditación profunda, la oración extática, la danza ritual o cualquier otra de las llamadas experiencias espirituales, que es bastante probable que ocurran cosas muy similares en el cerebro”.
“Los surfistas a menudo hablan de ello como si hubieran encontrado un secreto”, afirmaba Sam Bleakley, autor de El surf y la meditación (Siruela , 2018), tras haber conocido a multitud de personas que se habían recuperado de sus heridas tomando olas. Él fue uno de los primeros en plasmar teóricamente los beneficios físicos, mentales y anímicos que conlleva el surf. En 2017, se fundó la International Surf Therapy Organization (conocida por las siglas ISTO) para promover estándares profesionales, investigaciones y conferencias anuales para expandir el uso del surf como intervención terapéutica.

Un mercado en auge:
Ahora, ocho años después, existen más de 50 programas terapéuticos en el mundo dirigidos a personas aquejadas de distintas dolencias o condiciones médicas. Según un informe de Future Data, el mercado de las terapias del surf se estima aproximadamente en 6 millones de dólares en 2025, y predice que alcanzará un crecimiento a los 15.000 millones en 2033. Una de las causas de este auge puede ser la creciente demanda de soluciones naturales para favorecer el bienestar mental y psicológico, en un mundo cada vez más hiperconectado y asolado por catástrofes naturales.
“Sea cual sea el dolor que azota tu cabeza, te garantizo que lo olvidarás, que serás más grande que él, en cuanto te deslices por la cara de una ola verde”
En España, tenemos el Instituto de Surf Terapeútico (IST), afincado en la comunidad que impulsó su auge, Cantabria. Allí fue, hace ya 50 años, cuando un grupo de jóvenes comenzó a reunirse en Casa Lola, una casa comunal de Laredo, al lado del municipio de Somo, para desafiar a la policía y las prohibiciones franquistas. Ahora, a unos pocos kilómetros de allí y al otro lado de la bahía santanderina, el Instituto ofrece distintos programas de intervención terapéutica para personas con diversidad funcional o que hayan sufrido alteraciones en su salud física, mental o emocional.
“Sea cual sea el dolor que azota tu cabeza -divorcio, duelo, envejecimiento, bancarrota, melancolía-, te garantizo que lo olvidarás, que serás más grande y puro que él, al menos por un instante, en cuanto te deslices por la cara de una ola verde”, concluye Owen. “Al océano no le importa. Te ofrecerá lo que tiene, y nada más. Dale lo mejor de ti y te lo devolverá, de una forma u otra”.